miércoles, 9 de septiembre de 2015

Sangre mestiza

Hace mucho tiempo planeaba escribir algo, lo anterior es como una historia aparte dentro del universo que intentare crear. Este es el prologo:

Las generaciones se van apiñando. Una a una, mientras el reloj sigue avanzando. El mundo en el que vivimos solo es el reflejo, de nuestros ideales. No está de más decir que algunas ideas pesan más que otras, modelando consciente o inconscientemente nuestra realidad. 

Los edificios de las grandes y pequeñas ciudades se van transformando conforme los dueños de nuestro entorno van forjando su zona de confort.

La humanidad se ha caracterizado por ser siempre curiosa, siempre ha tratado de cambiar todo y que la suerte corra a su favor. Pero, ¿qué sucede cuando hemos perdido nuestra esencia y nos olvidamos de ver a los demás como iguales?

Los edificios van creciendo, otros se derrumban y sobre ellos, invariablemente, corren ríos de sangre, bañando la calle, ante la indiferencia de las personas. Bullicio, luego silencio, terminando con el nacimiento del nuevo mañana.

¿Cuánto tiempo habrá pasado?, no lo recuerdo muy bien para poder establecer una fecha, pero al final eso es lo menos importante.

Los edificios crecen, piso a piso, se elevan sobre la tierra, al punto de blasfemar contra el cielo. La vista es muy diferente cuando estás del lado ganador. La economía avanza, las naciones se desarrollan, todo esto bajo el yugo que nosotros les colocamos, pero que ellas crearon.

Tienen pocas alternativas, ser productivos, o volverse "carne de consumo". Construyen los cimientos del nuevo mundo, despojándose de esos ideales de superioridad. Eran la especie dominante, pavoneándose sobre los demás seres, olvidando que detrás suyo se encontraba quien los sobrepasaría. 

Los ríos, formándose de pequeños afluentes, recorrían la reseca tierra, hasta convertirse en lagos, grandes mares, y por último, interminables océanos. Océanos de un color rojo tan brillante, que solo denota la extracción de la vida, para ser tomada literalmente en una copa, que se balancea en la mano del nuevo "Dios", sobre la tierra.

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